Sesenta y tres

Hace demasiado calor. Para todo. Para nada. En la cama da vueltas, y vueltas. Y el sudor humedece las sábanas, y no las hace agradables. Si al menos la estuviera compartiendo; haría más calor, sí, pero sería más interesante.

Por la ventana ve un trozo del edificio de enfrente, nada bonito, desde luego, pero si nos olvidamos del edificio, tenemos el cielo. El cielo y el edificio le ayudan. Le hacen ser consciente de que, tras seis años, está durmiendo en una ciudad. Y hace demasiado calor en esta ciudad. Cuando hace calor.

Recuerda cuando las vistas eran un jardin grande, a veces cuidado, a veces salvaje, y casas a lo lejos, y cielo y cielo. Y ese cielo, que es el mismo que el de la ciudad, pero no es compartido, le recordaba que vivía en el mundo. En este o en otro. Da igual; seguramente sería el suyo.

Nadie sabe muy bien cómo funciona su mundo, pero desde luego, a él no le importa; le vale con saber que está ahí, y que se mueve por él: se pasea por sus calles, por sus venas y entrañas, por sus campos, su piel y sus músculos, como el mundo se mueve por su piel, entrañas y venas. Y, a veces, piensa.


Piensa en las personas que vinieron para quedarse, y que ya no están. Y se inventa sus caminos, de dónde vienen y a dónde han ido. A veces les arregla la vida, a veces se las destruye, y se siente un dios, dentro de su mundo.

Y, como dios, no es justo ni cruel. Simplemente aleatorio. Y quería hacer viajar a alguien, y que viera cosas que no conoce. Y así empezó.





Hace demasiado calor. Para todo. Para nada. En la cama da vueltas, y vueltas. Y el sudor humedece las sábanas, y no las hace agradables. Al menos la está compartiendo; hace más calor, sí, pero es más interesante.

Por la mañana se despierta, cubierto de besos y cubriendo de besos.

- ¡Vámonos!

- Mpfff... ¿A dónde?
- Donde no haga tanto calor. O, al menos, a donde este calor se soporte mejor. Que tenga mar o algo. ¿No te apetece?
- La verdad, me da igual.
- ¿Te da igual? ¿Soportas este calor?
- Contigo, sí. Sería insoportable si no te tuviera conmigo.

Salen de la cama, perezosos. Se duchan, desayunan y se quieren. Y no necesitan nada más.


- Me aburren los mismos edificios siempre en mi ventana. Vámonos.


Y se visten, se desnudan y se quieren. Y deciden irse.


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