Cuarenta y tres

Hace mucho calor, son las tres de la mañana y no puedo dormir. Estoy sudando, asfixiada por las sábanas y el pijama. Voy a la cocina, en silencio, a beberme un vaso de agua; ni una botella en el frigo ni un cubito en el congelador. Me toca agua del grifo, o lo que es lo mismo, agua calentona...

No puedo olvidarme de ti, ni de tus brazos cuando me cogías y elevabas, y yo me abrazaba con mis piernas a tu cintura, besándonos como si nos apuntaran a la nuca. Me toco mis propios brazos, pero parecen blandos y delicados, mientras que los tuyos eran duros y anchos.

Con este calor, lo que menos me conviene es recordarte desnudo... Bebo un sorbo de agua casi tibia; será lo que menos me convenga, pero es lo que más me apetece.

Me acerco a la ventana del salón, la que tiene el balconcito, y la abro para asomarme. Llevo el vaso conmigo, y sigo bebiendo algo, porque no quiero deshidratarme. Apoyo los codos en la barandilla, con la mirada perdida en la pared de ladrillos de enfrente y en la luz naranja de la farola. Una brisa fresca me pega la camiseta del pijama a la piel, y decido quitaármela para disfrutar más del frescor.

En el portal hay una pareja. Se besan y se tocan sin parar, él con la mano metida bajo la camiseta de ella, y ella frotándole sobre el pantalón. Me hacen gracia, y sigo mirando, con una sonrisa pícara en la comisura de los labios...

Poco a poco empiezan a excitarme los movimientos que realizan, y el hecho de verles oculta, sin que sepa que les miro. Y me vuelvo a acordar de ti, de aquél día que vovíamos del centro, medio borrachos (eufemismo para no decir completamente borrachos), metiéndonos mano durante todo el trayecto (aunque yo atacaba directamente dentro de tus pantalones), andando como podíamos... Y recuerdo como me empezaste a desnudar en el portal, y como me avalancé sobre ti, antes de llegar a las escaleras, en las que me hiciste tumbarme (¡ay! ¡qué incómodo!), y empezaste a acariciarme ahí abajo, besándome el cuello, antes de empezar a lamerme (¡ay! ¡qué bueno!)...

Perdida en tus recuerdos, presa de una debilidad que crece desde entre mis piernas, dejo resbalar el vaso de mi mano, que cae estallando con un golpe sordo en la acera. Salgo de mi ensoñación con el estruendo, y me escondo rápido cuando el chico sale del portal.

Con el corazón acelerado vuelvo a mi habitación... Me tumbo en la cama, temblando... Esta noche no podré dormir en una cama tan fría, tan vacía de ti.

5 comentarios:

Julia Moreno dijo...

...una cama tan vacía de tí, quien pudiera llenarla con tus huellas, con tu boca que recorre y encuentra, con tu voz que susurra y engaña, con tus manos abiertas llenas de mi, con tus ojos entreabiertos excitados, como los mios, contigo lleno de mi, conmigo llena de tí...
Genial la historia y genial el final, ;)

Gato negro dijo...

Los viejos recuerdos muetran que mereció la pena.
Tus historias que cambian de registro cada momento me llenan de ideas y sobre todo me enorgullecen por poder conocerte.
No paras de regalar grandes cuentos.
¿ves como sirve?

GATO NEGRO

kay dijo...

Maestro. Claro y directo y... déjame coger aire otra vez. Me gusta

Anónimo dijo...

Me parece increible la forma que tienes de escribir, proponiendotelo o no, tomo tus palabras como si fueran mias y me deprimo, rio y me enfado. Pero siempre las siento mias.Me encantas

Laura dijo...

me resulta tímido y agresivo a la vez...

el final desgarra un poco, y me asusta

gracias por tus palabras