Diecinueve

Estoy Muerto (y IV)


El humo se retorcía en el aire en un frenético baile demoníaco. Mis movimientos eran torpes, mi percepción estaba embotada, confusa, y el paisaje, antes idílico, que rodeaba a la casa se me mostraba ahora sombrío y amenazador. Las montañas, oscuras, frías e inhóspitas. Los bosques, rezumantes de vida purulenta, de ojos invisibles, de tentáculos húmedos e insensibles. El lago, un espejo de lo que hay más allá, de lo que es la horrible realidad, la verdad que nadie conoce, y que quienes conocen se niegan a aceptar. En ese momento me di cuenta de que no estaba solo. Mi alma se encontraba junto a la de muchos otros, vagando en un espacio vacío, sin tiempo, sin conexiones, oscilando sin rumbo... Desaparecí en la más profusa de las oscuridades, atraído irracionalmente por su masa infinita, para ser expulsado súbitamente de vuelta en mi silla, en mi terraza.

Estaba trastocado. «No volveré a fumar... lo juro...» balbuceé en voz alta. Me llevé la mano a la frente y la noté ardiendo. «Estos delirios no son debidos a la fiebre... ¡¿Qué demonios está pasando aquí?!» chillé, y me tiré al suelo, llorando. Tenía la cabeza más cargada y pesada que de costumbre. Torpemente alargué mi mano hacia la vieja bolsita de cuero, que estaba en la silla. Intenté encenderme otro, pero empecé a vomitar tras la primera calada. Una sacudida recorrió mi cabeza, y me hizo estremecerme en un violento espasmo. A duras penas pude levantarme, asido a la silla, y casi a rastras llegué a mi habitación. Me metí en la cama, y noté un sudor frío empapando todo mi cuerpo. Temblando me tapé con la gruesa manta de lana, e intenté calmarme y dormir. Traté de desviar mi atención de aquel sonido que se hacía eco en mi interior...

Un grito que era una amenaza, una advertencia, una sentencia... Un alarido desgarrador en mi cerebro, resonando en mi cráneo. Un llanto, el desbaratarse de las montañas, monumentos primigenios de roca en movimiento. El lamento de las aguas al estancarse y desaparecer en lodo. El moho que infecta toda vida, árboles gangrenosos, animales pútridos, con carnes viscosas, enfermas, purulentas, sucias, muertas... Un quiebro en mi alma, y en el alma del mundo... El “Arché” descompuesto.

Desde entonces, mi mente no pudo encontrar reposo durante las horas de oscuridad, asaltados por juegos infantiles y paranoicos, pero extremadamente reales...

3 comentarios:

alZhu dijo...

Qué bestia. Es impresionante.
Un BE-SO

kay dijo...

to be continued, espero
;) beso

ayn dijo...

...pesadillas tan reales como los espíritus que flotan, ácidos, a nuestro alrededor, con ojos huecos en cuencas rellenas de tiempo...

gran relato, pero estoy acojonado, seguirá?