La puerta se abre con un leve quejido y te adentras en la penumbra. Mis ojos, ya acostumbrados a la oscuridad apenas distinguen tu forma moviéndose sigilosamente, rodeándome. Puedo sentir tu esencia desde donde estoy; imagino tus ojos amarillos clavados en mí, acechando. Respiro nerviosa cuando te siento más cerca y tu olor toma forma entre mis piernas, humedeciéndome. Tiemblo bajo la sábana, y te imagino sonriendo burlonamente, con esa mueca de desprecio y placer que sabes que me duele tanto. Te tomas tu tiempo para acercarte, como un depredador hambriento observando a su presa. Sé lo que vendrá a continuación, pero no por ello me siento más tranquila. Mi corazón palpita furioso, y, poco a poco, en mi interior, brota una llama. Sabes perfectamente lo que deseo, lo que necesito, pero esta noche quieres jugar; juegas con mi cuerpo, juegas con mis sentimientos; juegas con mi alma.
Lentamente descubres mi cuerpo tembloroso, ansioso de ti, al retirar la sábana de raso que cubría mi desnudez. Recorres mi cuerpo con tu mirada, analizando cada pequeño poro, cada lunar, cada arruga. Tus ojos de animal se cruzan fugazmente con los míos, pero ahora me siento incapaz de soportar tu mirada, y bajo la vista, sólo para descubrir que tú también estás desnudo. Te arrodillas junto a la cama, y tomas entre tus manos mi pie izquierdo. Lo masajeas lentamente, y sigues subiendo por la pantorrilla hasta el muslo. Toda yo estoy expectante, me siento poco a poco invadida por ti. Un profundo escalofrío me recorre cuando pasas de una pierna a otra y rozas mis ingles de forma casual. Sigues acariciando mis piernas, y tranquilamente dejas que tus manos recorran mi cuerpo, pero te cuidas de que toquen cualquiera de mis zonas más sensibles, aquellas que sabes que me proporcionan más placer. Yo intento incorporarme, deseosa de estrecharte entre mis brazos, de refugiarme en el calor de tu pecho y dormitar feliz en él como una niña pequeña en brazos de su padre, pero me lo impides arrojandome sobre el colchón, y sujetando mis muñecas con una mano. Me entrego a ti, me encuentro completamente a tu merced; tú ya lo sabes, y disfrutas con esto.
Te complaces torturándome. Besas todos los rincones de mi cuerpo, pero sin detenerte un segundo en ninguno de ellos, dejándome con las ganas de morder tus labios hasta que sangren y poder beber el preciado líquido como una vampiresa, hambrienta de ti. Con la mano libre empiezas a recorrer mi espalda, suavemene, acercandote lentamente hacia mi culo. Cuando siento tu mano agarrándolo con fuerza no puedo reprimir un gemido. Sigues tocándome, besándome, y yo sigo indefensa ante ti. Tu lengua empieza un baile frenético con la mía. Tus labios se funden con los míos, y quisiera quedarme así toda la vida, si no me faltara el aire. Te separas de mi boca, y lames con la punta de tu lengua mi mentón hasta llegar a mi oreja. Muerdes el lóbulo, y yo me retuerzo para evitar las cosquillas que me causa tu lengua en mi oído. Bajas lentamente por el cuello, besándolo y mordiéndolo, hasta que suspiro cuando siento su aliento sobre mi pecho. Alzas la vista y sonríes. Rozas un pezón con tu dedo índice, y acercas suavemente tus labios a la fruta que te ofrezco. La muerdes, la besas y la succionas, y consigues que en mis entrañas el fuego empiece a consumirme. Mi sexo está tan húmedo que incluso me da vergüenza. Pareces leerme el pensamiento y te separas. Mi respiración es cada vez más fuerte, imagino tus intenciones. Sigues bajando hasta que te encuentras con mi ombligo, y más allá. Acercas tu cara a mi sexo, húmedo por ti, pero no heces nada. Sigues torturándome, y te limitas a observarme. Pareces divertirte con la situación, cuando sabes que me estás haciendo más daño que nunca. De repento siento como inundas mi interior con tu lengua. Besas mis labios, los muerdes, juegas con mi vello... Cuando notas que las convulsiones y mis movimientos son más violentos empiezas a introducirme dos dedos por el coño. Yo me siento morir de placer, y dejo escapar algunos gemidos. Inento controlarme, pero estoy tan excitada que no puedo, y tengo que sofocar la expresión de mi placer tapándome la boca con la mano. Humedeces con mi nectar un tercer dedo, que se dirige hacia mi culo. Me muerdo el labio para evitar chillar cuando lo introduces y te pones a chupar mi clítoris. Mis convulsiones son tan fuertes que, si no me estuvieras sujetando por el pecho con la otra mano saltaría de la cama al suelo.
Cuando notas que estoy a punto de correrme paras. Te separas de mí y sacas violentamente tus dedos de mi interior. Te incorporas y me miras fijamente. Yo me abalanzo sobre ti y me arrodillo. Quiero hacerte sufrir como tú me lo has hecho a mí. Quiero oirte suplicar para poder correrte, pero cuando me encuentro con tu glande balanceándose a escasos centímetros de mi cara no puedo reprimirme e introduzco tuda tu polla en mi boca. Al sentir el calor y la humedad gimes; el primer sonido que has hecho. Me controlo un poco y me retiro. Beso tus muslos, mientras que con una mano te acaricio el culo y con la otra te masturbo muy despacio. Lamo tus testículos, y deslizo mi lengua por tu pene hasta llegar al glande, que empiezo a besar y a introducir en mi boca.
La excitación es tan fuerte que noto como resbala el flujo por el interior de mis muslos, y muevo de forma instintiva la mano a mi entrepierna para intentar aplacar el fuego de mi interior. Te das cuenta de lo que estoy haciendo, y de forma brusca me separas de ti, me coges en brazos y me dejas en la cama. Empiezas a besarme, y tus manos rebuscan más allá del límite de mi piel. Cuando me quiero dar cuenta tengo las manos atadas por las muñecas con gruesas cuerdas de algodón, y lo último que veo es cómo coges un pañuelo y lo utilizas para vendarme los ojos. Mi interior está al rojo vivo, y tú te diviertes torturándome de este modo. Sin la vista, las caricias se vuelven mucho más intensas. Me encuentro tumbada en la cama, con las piernas separadas, gritándote con todo mi cuerpo que me folles, que acabes con este sufrimiento. Sin saber cómo te encuentro encima de mí. Tu peso aplastándome contra el colchón, haciéndome sentir inferior a ti. Entre mis piernas siento cómo avanza tu pene hasta la abertura de mi sexo, pero quieres que sufra más retrasando la penetración, amagándola. Finalmente mi sexo devora al tuyo en un lento beso. Siento cómo te vas abriendo paso en mi interior; siento la fuerza, la dureza el calor... Empiezas a moverte rítmicamente, acelerando y parando, mientras no dejas de besarme. El ritmo se hace cada vez más frenético y yo lucho por librarme de las ataduras. Forcejeando consigo aflojar el nudo y soltarme. Te abrazo con fuerza, y clavo las uñas en tu espalda. Tu empiezas a jadear como un animal, y mis gemido son tan fuertes que creo que todo el mundo se va a enterar de mi felicidad. Tus acometidas son cada vez más salvajes, y a mí me cuesta cada vez más retrasar lo inevitable. Empiezas a morderme los labios, el cuello, los hombros, y noto cómo tiemblas. Empiezo a correrme sólo de pensar que que debes estar sintiendo, y repentinamente noto un calor y una humedad fuertes en mi interior. Siento cómo me inundas mientras exploto de placer y gozo abrazada a ti. Después de todo sigues moviédote suavemente, hasta que te deslizas de mi interior. Al quitármelo, el pañuelo con el que me vendaste está empapado con mis lágrimas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario