Catorce


Hay muchas casas con historias interesantes. Casi siempre, cuanto más polvo tiene la casa, más interesantes son las historias potenciales, aunque el polvo no es condición necesaria para la historia, ni la garantiza.

En el polvo se puede escribir, como en la arena de la playa. La diferencia en que en el polvo no es algo violento como una ola la que acaba violentamente con lo escrito, sino el lento e inexorable devenir del tiempo.

Cuando encuentras una casa vieja, con muebles de madera, y una superficie empolvada, iluminada por los rayos solares que se filtran a través de una persiana, tienes el mejor material para escribir lo importante.

La casa de Julia es el mejor lienzo que he descubierto. Cada mota de polvo está viva, cada partícula tiene una historia escrita en su interior. Julia juega a trenzarlas, contando historias más maravillosas. Sus ojos negros brillan ilusionados cada vez que consigue formar un nuevo mundo en el polvo, y un amago de sonrisa tímida se desdibuja en sus labios. Alza sus manitas hacia mí, ofreciéndome su tesoro: una montañita de polvo que brilla a través del cristal.

3 comentarios:

kay dijo...

y estornudó

Anónimo dijo...

Viva el polvo!

Decadence dijo...

He jugado a tener otras vidas en pasados paralelos, en casa victorianas llenas de hiedra roja, en almacenes de la guerra, en pajares americanos como donde cayó Superman...
En silos, mansiones, chabolas, palacios, hospitales psiquiátricos todos ellos, todos abandonados, me han enseñado los dejá vu de mis vidas anteriores. Como un ratón que corre entre el polvo de todas ellas...