Treinta y cinco

Noto como los gusanos se abren paso. Escarban constantemente, a través de los blandos tejidos, de los órganos, esquivando los huesos. Continúan con su labor hasta que la concluyen, y dejan la osamenta perfectamente limpia, sin ningún atisbo de carne o piel.

Pasamos a ser de roca: duros, sólidos, inertes… ¿Seguimos siendo nosotros? Sí, en multitud de pequeñas larvas, con la conciencia tan diluida que no nos acordamos de nada, y somos incapaces de retener nada nuevo. Pero ahora somos un gusanito. O mil.

Me resulta bonito pensar que en la cuneta donde tiraron a mi perra después de atropellarla ahora haya un arbolito. O un arbusto joven, no sé –está al lado de la autovía, y no es precisamente un buen sitio para pararse a mirar, a no ser que quiera formar parte del mismo árbol (o arbusto)–.

Que esa es otra: la manía de almacenar nuestros muertos, para seguir visitándolos –lamentablemente, hasta que nos olvidamos de ellos, principalmente por pereza–. ¿Por qué suelen resultar tan terriblemente deprimentes los cementerios? ¿No deberían ser jardines alegres, sitios para festejar que estamos vivos? Maldita sea la tendencia humana de temer lo desconocido...

Los gusanitos siguen abriéndose paso, y yo sigo con mi sonrisa (algo forzada desde que no tengo labios, pero bueno), feliz por estar en medio de ninguna parte, a mil millas de toda región habitada. A lo mejor, cuando finalicen su trabajo, termino convertido en un bonito jardín de rosas, donde los niños aprendan a valorar que lo que tienen, por el mero hecho de ser suyo, es especial.


4 comentarios:

E dijo...

Los cementerios no son más que sitios ideados para contar historias de miedo o ponerse triste.

Si no me equivoco, eres más grande y más fuerte que un puñado de gusanos.

¿No?

Un abrazo sin miedo a lo desconocido.

Gato negro dijo...

Cuantas conversaciones reviviremos alrededor de unas cervezas con saber a retiro. Qué cíclico es todo, cuantas vueltan dan los columpios del futuro, aunque ésta vez no me he mareado.
Me regalas un texto dulce para ir a la cama.Hay que mirar más allá de la nada para poder ver algo.

GATO NEGRO

Elena -sin h- dijo...

Ahora sé porqué siempre he querido que me incinerasen, prefiero las llamas a los gusanos, al menos no te llenas de frío...

Laura dijo...

seguro que si la gente viese a esos gusanos comiéndose a su "ser querido" cada vez que fuesen al cementerio dejaría de hacer tanto el estúpido...

tienes razón, yo tampoco lo he entendido nunca

por eso no habitúo a ir a los cementerios

(gracias por tenerme escondida entre tus favoritos, me ha hecho tiritar un poco de ilusión)